Luego cuando yo iba al centro para hablar con alguien, veía algunos muchachos en la calle que conocía, yo decía: “Hola Juan, Jaime. ¿Cómo estás?”

“Oh, hola”.

¿Ven?, ellos no querían hablar conmigo, no querían tener nada que ver conmigo por causa de mi papá y aquellos que fabricaban el whisky. Y yo—yo no hacía eso. No era algo que yo había hecho. Y yo hubiera sido de esa clase.

Pero ahora le dije a mi esposa, no hace mucho: “Mi pared está llena de los mejores rifles que se pueden comprar”. Oh, y yo pienso de aquella ropa sucia cuando era muchacho. En esta noche tengo dos o tres trajes buenos. ¿Y sin amigos? Ahora tengo que esconderme en el desierto para apartarme del pueblo. ¿Qué pasa? ¿Es por causa de mi personalidad? ¿Es por causa de mi educación? No. Dios, rico en misericordia, me vio en aquella condición y me salvó.

Antes de que lo olvide, mi hijo me dijo hace poco que una damita y su esposo, de Arkansas, me prepararon un pastel de cumpleaños y me lo dieron. Muchos de ustedes me regalaron cartas y demás. Ni siquiera he tenido tiempo de abrirlas. Muchas gracias. Dios los bendiga. Y espero que tengan un… todos pasaremos un cumpleaños Eterno más allá, donde nos sentaremos y quiero—quiero diez mil años con cada uno de ustedes, simplemente sentarnos y platicar. Y no nos faltará tiempo para platicar que cuando comenzamos. Esa es la Verdad. Ahora les agradezco por todo lo que han hecho.